Video: Selfis, flashes e ilusión, una mañana en casa con Juanes
Escrito por Juan Bautista el 10/05/2017
Cuando el hijo más ilustre de una ciudad vuelve a casa, y más si lo hace por sorpresa, esta se paraliza; eso le sucedió ayer a Medellín, donde casi sin previo aviso Juanes se dio un paseo entre los selfis de viandantes sorprendidos y los flashes del centenar de reporteros gráficos que lo acompañaron.
Como si fuera la escena inicial de la cinta «Ser o no ser», esa en que el director Ernst Lubitsch pone a un actor disfrazado de Hitler a pasear por la Varsovia de 1942, los ciudadanos de la colombiana Medellín se preguntaban si era el rockero de 44 años el que paseaba junto a su alcalde o acaso un doble del músico.
¿Y quién podría imaginar que el cantante, residente en Miami (EE.UU.), iba a tomar el metro poco después de la hora punta? Pues así lo hizo Juanes, entre la sorpresa de los ciudadanos que de lejos se preguntaban quién era el que se abría paso entre la nube de cámaras.
Muchos de ellos, apurados por llegar a sus lugares de trabajo o estudio, incluso se mostraban molestos por la acumulación de gente, pero al ver de cerca a Juanes se les dibujaba una sonrisa en la cara.
«Me dio un beso y un abrazo», dijo a Efe una de las niñas más afortunadas de Medellín, que se encontró de frente con Juanes en los vestíbulos de la parada de San Antonio.
La escena se repetía y, de repente, entre la nube de fotógrafos y camarógrafos que se desplegaban para conseguir el mejor encuadre en los pasillos, angostos como todos los de metro del mundo, se colaba una joven, se hacía la correspondiente selfi y huía feliz.
No eran menos los funcionarios del servicio público de transporte, que teléfono en ristre inmortalizaban la escena.
En el anden de la estación de El Poblado, fue Juanes el que se dejó seducir cuando apareció el vagón con su firma e imágenes siderales como las que ilustran su último trabajo «Mis planes son amarte».
No lo pudo evitar, el cantante nacido en la cercana Carolina del Príncipe y criado en Medellín, gritó «ya tengo un metro» al ver los vagones entrando en la atestada estación.
Allí fueron los que lo rodeaban, incluido el alcalde Federico Gutiérrez, su esposa y sus tres hijos los que esbozaron una sonrisa cuando Juanes presumía de metro.
Karen Martínez, su esposa, se unió al alborozo y pese a los atropellos propios en medio de una cobertura con decenas de medios le dijo a Efe que ver como su marido cuenta con un tren de metro en su honor «es muy lindo».
«Esto es una maravilla», aseguró.
Medellín, hasta la fecha, cuenta con dos trenes en tributo a dos artistas vivos: uno el que desde hoy circula con el sello de Juanes, el otro con el de Fernando Botero, cuyas «gordas» están omnipresentes en la ciudad, capital del departamento de Antioquia.
El trayecto de Juanes no terminó ahí, del metro se pasó al tranvía, donde hizo el recorrido entre San Antonio y Oriente, y posteriormente tomó el Metrocable, un funicular que une las barriadas más populares de la ciudad, las que suben por las colinas de los Andes.
En los años 80 fueron la imagen de la ciudad. Las comunas, como son popularmente conocidas, crecían hacia la loma de las colinas como si quisieran huir de la violencia que azotó la capital antioqueña aquellos años.
Desde el vagón del Metrocable, Juanes vio las humildes viviendas que desafían la lluvia de estos días que hoy dio tregua y, nada más bajarse en la estación de Villa Sierra, el recorrido de la ciudad pareció haberle devuelto a la infancia; incluso en el acento.
Antes los medios recordó que creció en el centro de Medellín, buscando guitarras en las tiendas del Parque Berrío, comiendo papas criollas, fritas y mango con sal.
No faltó su alabanza al cambio que ha vivido la ciudad y pidió que todos los «paisas», como se conoce popularmente a los antioqueños, se sientan «muy orgullosos de lo que ha pasado con la ciudad».
Con la complicidad del que conoce los códigos de una urbe con fuerte idiosincrasia regional, hablaba con los niños que jugaban en en la villa y los saludaba haciendo el gesto de la victoria.
Antes de despedirse, no quiso, o no pudo, evitar sacar el orgullo local, su acento y argot más notorio y concluyó su visita diciendo que su nuevo disco sale «desde Medellín, papá, pa’l mundo».
Los paisas aplaudieron y celebraron.